EUROPA
PRESS
21 febrero
2018
Dietas
bajas en grasas o en carbohidratos, ¿cuál es mejor para perder peso?
Nueva evidencia de un estudio en la
Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, en California, Estados
Unidos, podría desanimar a aquellos que han elegido el lado del debate de la
dieta baja en grasa frente a la alimentación baja en carbohidratos.
Ninguna de las opciones es
superior: reducir carbohidratos o grasas rebaja el exceso de peso en
aproximadamente la misma proporción, según este estudio. Además, los niveles de
insulina o un patrón de genotipo específico no predecían el éxito de un
individuo en cualquiera de las dietas, hallaron los autores.
"Todos hemos escuchado
historias de un amigo que siguió una dieta, funcionó muy bien, y luego otro
amigo probó la misma dieta, y no le funcionó en absoluto --apunta el autor
principal del trabajo, Christopher Gardner, profesor de Medicina en Stanford--.
Es porque todos somos muy diferentes y estamos empezando a comprender las
razones de esta diversidad. Tal vez no deberíamos preguntarnos cuál es la mejor
dieta, sino ¿cuál es la mejor dieta para quién?".
Investigaciones anteriores han
demostrado que una serie de factores, incluida la genética, los niveles de
insulina (que ayudan a regular la glucosa en el cuerpo) y el microbioma, pueden inclinar la balanza cuando se trata de
la pérdida de peso. El nuevo estudio, que se publica este martes en 'JAMA', se
centra en la genética y la insulina, buscando descubrir si estos matices de la
biología alentarían al cuerpo de una persona a obtener más beneficios de una
dieta baja en carbohidratos o de una dieta baja en grasas.
Los autores principales del
estudio son Gardner; Abby King, profesora de investigación y política de salud
y de medicina; Manisha Desai,
profesor de medicina y de ciencia de datos biomédicos; y John Ioannidis, profesor de medicina. En su búsqueda para
descubrir si los factores biológicos individuales dictan la pérdida de peso,
Gardner reclutó a 609 participantes entre las edades de 18 y 50 años;
aproximadamente la mitad eran hombres y la mitad, mujeres.
Todos los participantes fueron aleatorizados en uno de dos grupos dietéticos: bajo en
carbohidratos o bajo en grasa. Cada grupo recibió instrucciones de mantener su
dieta durante un año. Para el final de ese año, cerca del 20 por ciento de los
participantes habían abandonado el estudio debido a circunstancias externas,
destaca Gardner.
Los individuos participaron en
dos actividades previas al estudio, cuyos resultados fueron luego probados como
predictores de la pérdida de peso. Se secuenció una
parte de su genoma, permitiendo a los científicos buscar patrones genéticos
específicos asociados con la producción de proteínas que modifican el
metabolismo de los carbohidratos o las grasas. Entonces, los participantes se
sometieron a una prueba de insulina de referencia, en la que bebieron una
solución de glucosa (como el jarabe de maíz) con el estómago vacío, y los
investigadores midieron la producción de insulina de sus cuerpos.
En las primeras ocho semanas del
estudio, se les dijo a los participantes que limitaran su ingesta diaria de
carbohidratos o grasas a solo 20 gramos, que es aproximadamente lo que se puede
encontrar en 1,5 rebanadas de pan integral o en un generoso puñado de nueces,
respectivamente. Después del segundo mes, el equipo de Gardner instruyó a los
grupos a hacer pequeños ajustes incrementales según fuera necesario, agregando
5-15 gramos de grasa o carbohidratos gradualmente, con el objetivo de alcanzar
un equilibrio que creían poder mantener durante el resto de sus vidas.
El genotipo y los niveles de insulina, sin relación con el éxito
de la dieta
Al final de los 12 meses,
aquellos con una dieta baja en grasa informaron de una ingesta promedio de
grasa diaria de 57 gramos; quienes seguían una alimentación con bajo contenido
de carbohidratos ingirieron aproximadamente 132 gramos de carbohidratos por
día. Esas estadísticas complacieron a Gardner, dado que el consumo promedio de
grasa para los participantes antes del inicio del estudio fue de alrededor de
87 gramos por día, y la ingesta promedio de carbohidratos fue de
aproximadamente 247 gramos.
Lo que es clave, según Gardner,
fue enfatizar que eran dietas saludables bajas en grasa y bajas en
carbohidratos: una gaseosa podría ser baja en grasa, pero ciertamente no es
saludable. La manteca de cerdo puede ser baja en carbohidratos, pero un
aguacate sería más saludable.
"Nos aseguramos de decirle
a todos, independientemente de la dieta en la que estaban, que fueran al
mercado de agricultores, y no compraran comida procesada. Además, les
aconsejamos que hicieran dieta de manera que no se sintieran hambrientos o
carentes: de lo contrario, es difícil mantener la dieta a largo plazo --apunta
Gardner--. Queríamos que eligieran un plan de dieta baja en grasa o bajo en
carbohidratos que pudieran seguir para siempre, en lugar de una dieta que
dejarían cuando terminara el estudio".
Durante el periodo de 12 meses,
los investigadores rastrearon el progreso de los participantes, registrando
información sobre el peso, la composición corporal, los niveles iniciales de
insulina y cuántos gramos de grasa o carbohidratos consumían a diario. Al final
del análisis, los individuos en los dos grupos habían perdido, en promedio, 13
libras (casi 6 kilogramos). Sin embargo, todavía había una gran variabilidad de
pérdida de peso entre ellos; algunos bajaron hasta 60 libras (27,22
kilogramos), mientras que otros ganaron cerca de 15 o 20 (6,8 o 9,07
kilogramos).
Pero, contrariamente a la
hipótesis de estudio, Gardner no encontró asociaciones entre el patrón de
genotipo o los niveles iniciales de insulina y una propensión a tener éxito en
cualquiera de las dietas. "Este estudio cierra la puerta a algunas
preguntas, pero abre la puerta a otras", dice Gardner, cuyo equipo
continúa profundizando en sus bancos de datos y ahora se pregunta si el microbioma, la epigenética o un patrón de expresión génica
diferente pueden dar una idea de por qué hay una variabilidad tan drástica
entre las personas que hacen dieta.
Tal vez la conclusión más
importante de este estudio, según Gardner, es que la estrategia fundamental
para perder peso con un enfoque bajo en grasa o bajo en carbohidratos es
similar. "En ambos lados, escuchamos de las personas que habían perdido
más peso que les habíamos ayudado a cambiar su relación con la comida, y que
ahora estaban más atentos acerca de cómo comían", apunta Gardner.
A partir de ahora, él y su
equipo continuarán analizando la gran cantidad de datos recopilados durante el
estudio de un año, y esperan asociarse con científicos de todo Stanford para
descubrir las claves del peso individual.